miércoles, 28 de mayo de 2008

El verdadero macho argentino vs. el flogger


“¿Viste cómo vienen los pibes ahora? Todos con los pantalones ajustaditos, remeras de colores, flequillo para el costado... yo no sé qué pasó, pero algo anda mal”. Así comienza la conversación de Ricardo Pérez, el taxista “más divertido”, según se describe él, a sus 50 años. “A mí no me gusta el silencio, me incomoda, por eso siempre saco cualquier tema”, asegura durante esta especie de entrevista improvisada.

Tal vez es sólo una moda...
Y sí, es cosa del momento, ya lo sé. En mi época nos poníamos pantalones oxford y zapatos de taco. Cada vez que me acuerdo de cuando era joven, me siento un poco identificado, pero nunca fuimos así de afeminados.
Machos eran los de antes, ahora te confundís a las pibitas con los pibitos.

Presumo que no tenés hijos de esa edad ¿no?
Sí, tengo tres. Dos me salieron cumbieros, no siguen esa onda. Se van a bailar a esos boliches tipo bailanta y vuelven como a las siete de la mañana. Y la nena es chiquita todavía, tiene 12 y con mi ‘jermu’ no la dejamos ir a bailar. Como dicen las viejas: “que sea sanito”, pero si me sale macho como el padre, mejor.

¿Y cómo son esos ‘machos’ que decís?
Al macho argentino le tiene que gustar el fútbol, si no le gusta la pelota, que se vaya a Rusia con el muerto de Maxi López y la Wanda Nara. Esos chicos que se la pasan saltando en ese jueguito de los videojuegos van por mal camino; tienen que ir a la cancha, preparar asado, mirar ESPN. Los argentinos tenemos somos conocidos por nuestro machismo, y yo, argentino.

Tal vez es una cuestión de gustos o de hobbies...
No, no. No tiene nada que ver con los gustos, están mal aconsejados. Yo no dejaría que mis pibes se peinen para el costadito y usen remera rosa. Ojo que soy un padre liberal, pero esas cosas no me van a mi. No tengo nada contra los gays, pero esa moda que no sabés lo que son... ¿cómo se llaman? ¿metrosexuales?

Sí, metrosexuales...
Bue... eso a mi no me gusta. En el noticiero también pasan a esos “floggers”, que no sé ni qué son, pero son esos que se visten como una mina. O sos hombre o sos mujer. Lo gris no me gusta, o blanco o negro.

“Son 22 con 50”. Termina el viaje hasta microcentro y, con él, la entretenida charla con Ricardo, que se despidió con su particular trato y masculinidad: “Andá por la sombra, mami”.


Derecho a réplica

“A mí no me importa lo que digan los demás”, ataca Federico Espínola, de 16 años, mientras de un modo casi obsesivo se tira hacia la derecha el flequillo. “Me plancho el pelo porque no lo puedo dominar”, responde a las miradas de la gente.

¿Sos parte de la nueva moda de los ‘floggers’?
Se podría decir que sí. Todos nos encasillan en eso porque nos vestimos con ropa de A.Y.Not Dead, nos peinamos con gel y nos juntamos en el Abasto, pero ser ‘floggers’ es mucho más que eso. Nosotros somos amigos que tenemos muchas cosas en común, nos gusta la misma música, por ejemplo. Representamos a los adolescentes que quieren mostrarse y hacerse famosos.

¿Qué es lo que te gusta de mostrarte?
Me gusta el hecho de que muchos nos tomen como ejemplo. Yo soy flogger desde hace más de dos años y ya tengo algo de fama.

¿Creés que hay gente que los mira como bicho raro?
Si, obvio, pero a mi no me perjudica en lo más mínimo. Yo estoy orgulloso de cómo soy, además si mis viejos no me juzgan, ¿quiénes son ellos para hacerlo?

¿Qué le responderías a la gente que hasta duda de su sexualidad?
Que cada es uno libre de ser lo que se le de la gana. Yo no soy homosexual, pero tengo amigos que lo son y tienen todo el derecho de serlo. No hay que ir juzgando a todos por la vida por lo qué son. A nosotros, un montón de veces, nos insultaron por la calle, pero no les damos importancia, no me importa lo que digan los demás, yo soy así y si no me aceptan no es mi problema.

¿Cómo definirías vos al “macho argentino”?
Yo soy un macho argentino. Soy hombre y me gustan las chicas, no hace falta nada más.
“Este señor no sabe nada, pobres los hijos de tener un padre así”, responde luego de escuchar la entrevista a Ricardo. “No me gustaría estar en el lugar de esos chicos”, agrega. Se despide, camina 30 metros y se reúne con sus amigos, quienes lo palmean en la espalda a modo de felicitaciones.





ANABEL CURTOSI