martes, 24 de junio de 2008

En el fin del mundo

Un tren. Y es la cita obligada de miles de turistas que llegan a la provincia de Tierra del Fuego. En el recorrido se pueden apreciar hermosos paisajes, conectarse con la naturaleza y además se puede aprender una parte de nuestra historia, el último ingrediente que se suma es la aventura que implica transitar el lugar más austral del mundo.

El viaje comienza en el camping municipal, bordea el río Pipo y se visitan chozas construidas por los indios Onas, para luego internarse en el Parque Nacional Tierra del Fuego.

Este sitio esta ubicado a 11 kilómetros de la ciudad de Usuhaia, fue creado en 1960 para proteger la porción más austral del bosque subantártico y alcanza una extensión de 63.000 hectáreas. A diferencia de otros Parques Nacionales es el único que combina costas, bosques y montañas, quizás sea esta una de las características por lo que se lo considera uno de los lugares más bellos del mundo.

El pintoresco Tren del Fin del Mundo que hoy propone un espacio de recreación se creó con un sentido totalmente distinto. En los primeros meses del siglo XX funcionaba en Tierra del Fuego un penal en instalaciones precarias, allí se alojaban los delincuentes reincidentes de todo el país. En septiembre de 1902 comienza la construcción del establecimiento definitivo a manos de los mismos penados. Para poder trasladar los materiales desde las zonas aledañas se monta un tren en vías de madera.

“El Tren de los presos” como se lo conocía en la voz popular, no sólo fue una pieza fundamental para la construcción de la cárcel sino que también garantizó la leña para la cocina y la calefacción del lugar durante todo el año.

En 1947, el Servicio Penitenciario decide cerrar la cárcel y cinco años más tarde dejó de funcionar el tren. Tras 42 años sin servicio, en 1994 el “tren de los presos” retomó su histórico recorrido.

Marina Maceras

www.trendelfindelmundo.com.ar

www.patagonia.com.ar












"MUSEO DEL HOLOCAUSTO. UN MUSEO, NADA DE ARTE"



El silencio invade el lugar, nadie habla pero todos observan. El pasado parece lejano, difícil de imaginar, de sentirlo. La tristeza, la bronca y los recuerdos se reencuentran en los pasillos del Museo del Holocausto de Buenos Aires (Montevideo 919). El salón principal "Imágenes de la Shoá", en exposición desde 2002, sitúa al visitante en la ola de antisemitismo que invadía al mundo entre fines del siglo XIX y primeros años del XX.
“No tenemos apoyo ni sustento del Gobierno Nacional. Para que el holocausto no vuelva a ocurrir, el conocimiento juega un papel importantísimo, ya que hay que difundir lo que paso para que la humanidad no tenga que vivir algo tan terrible”, manifestó el presidente del Mario Feferbaum. El museo recorre al breve período de entreguerras (1919/39): las teorías racistas, el temor al comunismo tras la Revolución de 1917, el avance de los grupos xenófobos y la grave crisis económica de 1929. Y rápidamente se centra en el comienzo del horror en 1933, con la llegada de Hitler al poder.
Fotos de mujeres y niños desnutridos, ropa y utensilios auténticos que pertenecieron a las víctimas de los campos nazis, las cartas personales, imágenes que retratan la muerte, que impactan y emocionan por su crudeza. “La Argentina no estará concientizada hasta que este tema no entre en el sistema educativo, las fuerzas armadas, civiles y universitarios, en todos los órdenes. Es muy duro pero es necesario trasmitirlo, por eso necesitamos una gran voluntad del Estado”, dijo Feferbaum
“La fundación tiene como mandato ético dar cuenta del horror y alertar lo que significó el holocausto. Por eso, a través de distintas actividades culturales y educativas, intentamos evitar que esto se olvide y que vuelva a pasar”, expresó Feferbaum. El museo tiene como misión mantener viva la conciencia del asesinato de seis millones de judíos a manos de los nazis, durante la Segunda Guerra Mundial. Más de 12 mil alumnos de escuelas medias y universidades lo visitaron.

lunes, 23 de junio de 2008

Rock en Sotana


Se llama César, tiene 44 años y es rockero, características que posee más de uno en la Argentina. Lo que lo diferencia del resto es su segunda, pero no menos importante, vocación: es cura.
En una entrevista realizada por la revista barrial Mirando al oeste, el Padre César confesó su gusto por la música, a la que le dedica igual de tiempo que al sacerdocio. “Primero fui músico y gracias a la música descubrí todo esto. Las etapas más duras de mi vida y aún en el seminario, era cuando todavía no me había dado cuenta de que la música tenía que seguir estando. Porque yo me enroscaba en toda la situación de ser cura como todos los demás y eso me angustiaba, hasta que empecé a hilvanarlo y unirlo y mi historia comenzó a ser otra y cada vez es más linda”, cuenta.
Desde la Iglesia Sacratísimo Corazón de Jesús, en el barrio porteño de Villa Luro, en donde ejerce hace ya once años, César hace música: compone, canta y la ejecuta en el teclado que guarda en su estudio-casa. “Más que un pianista o cantante virtuoso soy un compositor y trato de componer toda clase de música, pero hay cosas que te representan más cuando las vas haciendo”.
Sin embargo, este humilde músico asegura que Dios y la música van juntas en su vida. “Mis letras están relacionadas conmigo y, como Dios está en mi, Él está en todo lo que voy haciendo y creo que cuando uno compone algo con cierta bronca, Dios sigue estando, porque respeta mi manifestación hacia lo que no entiendo porque soy un ser humano”, confiesa.
Entre sus composiciones se encuentran el himno de la Virgen Desatanudos y el himno a San Ramón, del cual se siente muy orgulloso: “El cura de ese momento de San Ramón estaba muy interesado en un himno que cantara la gente y me pidió que compusiera algo. Me entusiasmé porque este santo te daba un gran caudal de ideas. Es el patrono de las embarazadas, las mamás, de las que adoptan y todo está relacionado con la vida, es decir, cosas muy lindas, y de todo esto surgió el disco”.
A pesar de su ajetreada vida, César no para ni un segundo para dedicarse de lleno a sus hobbies. Entre sus proyectos está el lanzamiento de un nuevo disco. “Estoy trabajando con las canciones tradicionales de la Iglesia desde otra mirada. Creo que no existe la música nueva o vieja, lo lindo sigue siendo lindo y entonces me parece que hay canciones muy bellas que se pueden escuchar distintas si se les da otra orquestación. Me puse a trabajar con letras conocidas de todas las épocas y estamos a las puertas de grabarlas y van a salir algunas canciones mías también y pretendemos ir con ese disco por todas partes”, asegura.
Aunque su meta no es la fama, César se siente jacta de haber recibido invitaciones de colegas que escucharon su música y lo halagaron. “Varios rockeros me invitaron a cantar con ellos, suelo cantar con los Chebys Rockers y con los Malditos simuladores. Me parece que no le resulto molesto a nadie porque tampoco me vendo como el que tiene la verdad de la vida. Yo me siento, en todo caso, un aprendiz. Sigo aprendiendo piano, teología, psicología. La gran tentación que puede pasarnos es creer que sabés todo y la realidad es otra”.
Tanto en la Iglesia como arriba del escenario es “El Padre César”, así lo conocen y él está orgulloso de serlo. “No reniego de quien soy. Me siento una persona afortunada porque trato de crecer internamente y busco continuamente enriquecerme; me nutro con esa búsqueda. Para mi la fortuna tiene que ver con esto, lo demás va y viene, puede estar o no”.




Anabel Curtosi